La última apuesta - španělsky
- [4.11. 2024]Smazat/ Upravit/ Topovat
Spanish Novels: La última apuesta for High Advanced Learners - C2)
-¡No va más! -dijo el croupier, mientras giraba la rueda de la ruleta. Diego acababa de poner todas sus fichas -unos 40000 dólares- al color rojo. Esta era la tercera vez en el día en que hacía la misma apuesta: a todo o nada. O doblaba la cantidad de dinero o se iba con las manos vacías. Nunca le habían gustado los términos medios. Si ganaba quería ganar a lo grande, y si perdía también. Prefería mil veces irse rico que irse con solo “un poco de dinero”. Lo tenía perfectamente claro: si perdía esta jugada no iba a tener más remedio que pedir otro préstamo. Pero esta vez ya no sería para seguir apostando, si no para pagar su viaje de regreso a México. No sería la última vez que hubiera tenido que pedir dinero para regresar a su país después de haberse gastado hasta lo que no tenía en apuestas. La rueda de la ruleta giraba lentamente, con una paciencia infinita. Diego miraba al croupier y a la rueda, una y otra vez de forma alternada. Tenía la seguridad de que el croupier sabía el resultado de antemano. Aunque Diego apostaba en casinos desde los 18 años, aún no había acumulado tanta experiencia como para leer los rostros inexpresivos de los empleados de los casinos. No había forma de obtener la menor información a través de sus gestos. La rueda de la ruleta empezó a desacelerar poco a poco. Unos segundos más tardes se clavó en un número: el 14. Rojo, el 14.
-¡No va más! -dijo el croupier, mientras giraba la rueda de la ruleta. Diego acababa de poner todas sus fichas -unos 40000 dólares- al color rojo. Esta era la tercera vez en el día en que hacía la misma apuesta: a todo o nada. O doblaba la cantidad de dinero o se iba con las manos vacías. Nunca le habían gustado los términos medios. Si ganaba quería ganar a lo grande, y si perdía también. Prefería mil veces irse rico que irse con solo “un poco de dinero”. Lo tenía perfectamente claro: si perdía esta jugada no iba a tener más remedio que pedir otro préstamo. Pero esta vez ya no sería para seguir apostando, si no para pagar su viaje de regreso a México. No sería la última vez que hubiera tenido que pedir dinero para regresar a su país después de haberse gastado hasta lo que no tenía en apuestas. La rueda de la ruleta giraba lentamente, con una paciencia infinita. Diego miraba al croupier y a la rueda, una y otra vez de forma alternada. Tenía la seguridad de que el croupier sabía el resultado de antemano. Aunque Diego apostaba en casinos desde los 18 años, aún no había acumulado tanta experiencia como para leer los rostros inexpresivos de los empleados de los casinos. No había forma de obtener la menor información a través de sus gestos. La rueda de la ruleta empezó a desacelerar poco a poco. Unos segundos más tardes se clavó en un número: el 14. Rojo, el 14.
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